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martes, 10 de julio de 2012

"Más vale Pastor conocido que Apóstol desconocido"


Entre los años 1971-74 el amigo Pastor Juan Carlos Ortíz nos traía desde Buenos Aires, los apuntes originales de la visión de Discipulado que el Señor le señalaba practicar en la capital argentina, más precisamente en Hidalgo 357 del barrio Caballitos.

Por esas épocas él nos entregó un mensaje sobre "Los Apóstoles". Desde esa ocasión en adelante, nunca más escuché un mensaje sobre el tema, ni leí libro alguno que fuera afín, y que no fuera tendencioso, a favor de algún interés en particular como lo expuso "Juanjo". Aún así, creo modestamente haber avanzado sobre sus ombros hacia una profundidad mucho mayor de lo que significa ser apóstol de Cristo hoy.

Obviamente, estoy absolutamente de acuerdo en la REALIDAD de la existencia de apóstoles hoy, y en su necesidad. Esto, entretanto, no supone que me trago cualquier píldora: Dialogando con un "apóstol" me sugirió no tratar de sacar la cizaña antes de tiempo. Ahí nomás se me cayó el corazón al suelo, al ver que mi amigo no sabía ni interpretar correctamente la parábola de Mateos 13:24-30. Me avergonzaría llamarme apóstol si no conociera exhaustivamente la Palabra de Dios.

Con ese argumento de ser de los primeros -o el primero-, o venir desde el principio, o tener trayectoria, etc., muchos instauran el engaño, la trapaza, el fraude, los intereses mesquinos, los imperios y las mafias.

Lo bueno será que siempre que queramos atenernos a algún valor del pasado, podamos igualmente probarlo absolutamente bíblico y proveniente de Dios; sino, estaremos viendo a muchos actuar por el dicho aquél que "más vale borracho conocido que alcohólico anónimo...".



Es lamentable, pero la mayoría de los nuevos "detentores" de apostolados y unciones, no resistirían la prueba de las Escrituras, y la compatibilización con el modelo de iglesia bíblico.


¡Toleradme un poquito de locura! En Argentina, soy uno de los más viejos en el ministerio apostólico cristiano, sin jamás haber tenido un traspié, por la gracia de Dios y la fortaleza de Su Palabra en mí.

Pero mi pastorado, mi apostolado y mi ejemplo de vida no provienen de la antiguedad sino de la "inmutabilidad de Su consejo".



No busco ni me importan reconocimientos, títulos y fama, pero sí busco corazones sinceros y sencillos, que amen la Palabra de Dios por sobre todas las cosas, y deséen francamente ver a la Iglesia florecer en plenitud en el Mundo, cresciendo Cristo y menguando nosotros, sus siervos. 

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