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martes, 10 de julio de 2012

Aún hay esperanza para el Pueblo y el Individuo...

Marx decía que cada clase social tiene su propia visión del mundo. Donde una clase dominante ha perdido su predominio, o bien donde este predominio se ha hecho impopular, los sentimientos morales que prevalecen están impregnados de un impaciente disgusto contra la superioridad.

La opinión pública, ¿puede sobrevivir al vaciado simbólico de la política y a su incapacidad de convocar, interpelar/construir sujetos sociales?



Para Hannah Arendt la política en el siglo XXI se contagia de ciertos elementos que resultan del ordenamiento social alrededor de conceptualizaciones surgidas con la modernidad en torno al paradigma de la productividad


Hoy, el sentido de la política a la luz de este paradigma no es el de la libertad sino el de la necesidad y, por ello, el quehacer político se ubica en el ámbito del consumo en una renovada práctica y lectura de lo económico. 


Estas dos actividades –la política y la económica- son radicalmente distintas pero se entremezclan y a veces hasta confunden. 


La capacidad del hombre para organizarse políticamente está en franca oposición a la asociación de un hogar, de una familia o del mercado.


Los griegos comprendían que la esfera del mercado era una esfera donde el hombre se encontraba sometido, en cambio la esfera de la política era una esfera donde el hombre ejercía su libertad. 


Su organización social se fundamentaba sobre la división tajante entre la esfera público-política y la esfera privada, donde se interactuaba en la familia y se realizaban las actividades básicas para mantener la supervivencia.


La esfera público-política en cambio, era regida por el principio de la libertad. Era accesible sólo a aquellos hombres libres de estar sometidos a las necesidades de la vida. 


El auge de lo social coincide históricamente con la transformación del interés privado por la propiedad privada en un interés público. La sociedad, cuando entró por primera vez en la esfera pública adoptó el disfraz de una organización de propietarios que en lugar de exigir el acceso a la esfera pública debido a su riqueza, pidió protección para acumular más riqueza. 


Otro de los aspectos a los que conlleva el auge de lo social, como lo llama Hannah Arendt es que la distinción y la diferencia han pasado a ser asuntos privados del individuo. En la sociedad, se sustituye la acción por la conducta


En un tiempo relativamente corto, la nueva esfera de lo social transformó todas las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y empleados, que quedaron enseguida centradas en una actividad necesaria para mantener la vida. 


Todas las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en público. El inconformismo de Arendt, para con la sociedad moderna y su sustituto, la sociedad de masas, es que le quita al hombre no sólo un lugar público donde puede revelar quien es, sino a la vez su hogar privado, donde en otro tiempo se sentía protegido del mundo y donde en todo caso, incluso los excluidos del mundo, podían encontrar un sustituto en el calor del hogar y en la limitada realidad de la vida familiar. 


Pues, la Edad Moderna comenzó con la expropiación de los pobres y luego procedió a emancipar a las clases sin propiedad. He aquí un segundo aspecto del inconformismo: la emancipación de las clases trabajadoras y de las mujeres se hace sólo a nivel formal.


Si antes, la condición para la ciudadanía era la propiedad privada, con el auge de la sociedad, se pierde la condición objetiva de la libertad que era estar libres no sólo de la coerción de otros hombres sino de las necesidades de la vida, y el tener un lugar en el mundo común al tener un lugar privado propio.

La abolición de este requisito de la ciudadanía, disfraza una falsa libertad de los ciudadanos modernos. No se puede ser libre sin tener las necesidades de la vida resueltas, un lugar privado propio y sin estar libre de la coerción de otros hombres.


Hoy, existe una inmensa desigualdad real de los ciudadanos donde en muchos casos ni las necesidades básicas de la vida se encuentran satisfechas y mucho menos el tener propiedad privada, y por otra parte, las decisiones políticas se toman no por los ciudadanos sino por una élite ya transnacional que compite por el mercado electoral.


Esto, indica que la evidencia de que se ha gestado una transformación en las esferas de lo público y lo privado en nuestra sociedad se encuentra en que el consumo que en principio estaba ligado al ámbito de la vida privada, ahora penetra y resignifica lo público. 


En consecuencia, al ciudadano se le da un trato de consumidor sin solventar la inequidad y desigualdad real política, económica y social que existe.


Las distinciones y limitaciones de lo social en el marco de lo político, prácticamente van desapareciendo a medida en que la sociedad aumenta su desconfianza de lo público como Poder Político de una minoría.


Otra de las razones que posibilita y potencia la política en el accionar de la esfera pública y la acción social de la mayoría, es la carencia de oportunidades con el agravante de las obligaciones no equiparadas con aquellas, las limitaciones modernas de la esfera privada y el consumismo que la clase pública fuerza sobre la clase privada, además de la oportunidad social siempre reñida con los poderes de quienes acceden al Poder Político sin el soporte de la vocación y la responsabilidad democrática.


En otras palabras, en la medida en que el ciudadano pierde espacio privado, hipotéticamente ganará en poder político, aunque su ejercicio no sea más que el de reclamar.


En conclusión, en nuestra experiencia argentina, la política en la mayoría de las veces no es significativamente social, mientras que lo social, casi siempre es político, por vocación, o por necesidad.


¿Cómo entender y llegar a suplir las Necesidades Básicas Humanas de ciertos segmentos sociales, sus deseos, y su misión de vida, si lo social no pudiera conllevar su aspecto de neta gerencia política? 


La Democracia no es un bien exclusivo de las clases dominantes, máxime cuando estas clases están en claro descrédito social. Tampoco lo social es una capacidad de limitado poder gubernamental, sino más precisamente la capacidad de pervivencia de la misma sociedad.


El consumismo hegemónico, y la politización de la economía invadieron nuestra esfera privada y nos despojan constantemente de lo que nos es propio. No priorizo aquí los bienes materiales, sino mucho más la moral, los principios de vida que cada individuo y cada familia han tratado de edificar para sí, pensando, probablemente, más socialmente que todo el aparato de la globalización que nos imponen a cada día. 


Y en virtud de lo que la sociedad va perdiendo constantemente, los individuos, los grupos sociales y las instituciones no gubernamentales deben tomar la posta hoy del quehacer político desde la actividad social, o mejor, del quehacer social desde la gestión política social democrática natural que es la esfera pública ciudadana.

¿Quiénes defenderán nuestros Derechos como Consumidores? ¿Quiénes nos protegerán de la avalancha de inmoralidad? ¿Quiénes podrán salvar a nuestros niños y jóvenes del flagelo de los vicios degradantes? ¿Quiénes pueden enseñar educación sexual a nuestros hijos?

Para que el Espacio Público elitista, que hasta ahora es la Política no invada destructivamente la esfera privada, y nos prive de la necesaria libertad, y nos obligue a abandonar nuestros hijos, nuestras familias y nuestras necesidades, problemas y esperanzas en sus brazos, necesitamos hacer de la acción social la mejor política democrática ciudadana.


y hasta ahora, aunque entre los religiosos también se encuentran opresores e invasores, todavía en las iglesias católica y evangélica se hallan honestidades mesiánicas que pueden solventar un cambio generacional de la hipocrecia y el salvajismo, para la armonia social, y la dignidad humana.

Ejemplo de esto está en un hecho minúsculo vivido en mi Patria Chica, Santo Tomé, Corrientes, cuando, por ocasión del peor de los vandavales climáticos, el Gobierno Nacional envió dinero para ayudar en su reedificación, y alrededor del 70 % se perdió en manos de los políticos de turno, siendo rescatado el restante por un Sacerdote católico, que remanejó lo que vino para el pueblo, y era del pueblo. 

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